domingo, 21 de febrero de 2016

El Sótano

Un grupo de jóvenes estudiantes ocupa la Facultad de Física de la Universidad Complutense de Madrid. Descubren un lugar con las ventanas enrejadas y las puertas de metal aseguradas con cadenas. Pero no sospechan que esas barreras no están ahí para proteger la entrada sino para impedir la salida. Pronto comienzan a desaparecer uno tras otro... Ese será solo el principio de la pesadilla.

jueves, 18 de febrero de 2016

Al Destino.


Escrito estaba, sí: se rompe en vano
Una vez y otra la fatal cadena,
Y mi vigor por recobrar me afano.
Escrito estaba: el cielo me condena
A tornar siempre al cautiverio rudo,
Y yo obediente acudo,
Restaurando eslabones
Que cada vez más rígidos me oprimen;
Pues del yugo fatal no me redimen
De mi altivez postreras convulsiones.

¡Heme aquí! ¡Tuya soy! ¡Dispón, destino,
De tu víctima dócil! Yo me entrego
Cual hoja seca al raudo torbellino
Que la arrebata ciego.
¡Tuya soy! ¡Heme aquí! ¡Todo lo puedes!
Tu capricho es mi ley: sacia tu saña...
Pero sabe, ¡oh cruel!, que no me engaña
La sonrisa falaz que hoy me concedes.

Gertrudis Gómez de Avellaneda

sábado, 13 de febrero de 2016

Galope

Imagen de horse and beautiful




Lejos la extraña luz
que atraviesa la noche, y más extraña
la luz de los poemas, este espacio
tan breve que ilumina
hacia adentro y nos punza.
Como si la distancia
que apenas calculamos,
se desbocara sola
arrastrándonos fuera,
lejos de todo. Lejos.

Se parece al deseo
de ser nosotros, sí, nosotros mismos
ahora, mas no hay nada,
no hay almas.
                                 Hay relojes
antiguos con delgadas manecillas
locas, y lentos medallones de oro
prendidos en tu pecho.
Como una inmensidad que nos rodea
sin sentido, a nada nos reduce
y abandona lo suyo.

La soledad es ciega y es salvaje.
Sujétate a sus crines despeinadas
y agárrate bien fuerte.

El clavo

Imagen de lamp, magic, and rain


Todo lo revivido se estremece.

Repites las historias muy despacio
con los nombres del mundo de los muertos
pues lo bello, al final, resulta triste.

Las huidas sin carrera son la imagen
grotesca de los sueños, el agua que se escapa
entre las manos y, por eso, prefieres
cambiar aquellos nombres y lugares, dejar
sólo los hechos con los sentimientos
que arrastran.
                              Puede ser una señal
y casi te deslumbra.

En el dolor, no obstante,
el abrazo es más rápido que un cepo.

Ser uno mismo, sí, pero antes ser de otros.

viernes, 12 de febrero de 2016

Alfred Tennyson

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Aunque mucho sea tomado, mucho permanece; y aunque no somos ahora esa fuerza que en los viejos tiempos movía tierra y cielo, lo que somos, somos. Un parejo temple de corazones heroicos, debilitados por el tiempo y el destino, pero fuertes en voluntad, para esforzase, buscar, encontrar y no ceder.


Invictus

Imagen de dark
Fuera de la noche que me cubre, 
Negra como el abismo de polo a polo, 
Agradezco a cualquier dios que pudiera existir 
Por mi alma inconquistable. 
En las feroces garras de las circunstancias 
Ni me he lamentado ni he dado gritos. 
Bajo los golpes del azar 
Mi cabeza sangra, pero no se inclina. 
Más allá de este lugar de ira y lágrimas 
Es inminente el Horror de la sombra, 
Y sin embargo la amenaza de los años 
Me encuentra y me encontrará sin miedo. 
No importa cuán estrecha sea la puerta, 
Cuán cargada de castigos la sentencia. 
Soy el amo de mi destino: 
Soy el capitán de mi alma. 

William Ernest Henley

jueves, 11 de febrero de 2016

El coleccionista de relojes extraordinarios

Jonathan debe salvar el alma de su madrastra y para ello, antes de que transcurran doce horas, ha de encontrar el reloj Devereaux; que se encuentra en algún lugar de la Ciudad Antigua. Con ayuda de Emma, una joven extraña, se adentra en los misterios de la ciudad que se transforma a medida que avanza la noche. ¿Qué peligros y amenazas acechan a los dos amigos? Hermosa historia de aventuras y acción que nos transmite valores como la amistad y la superación de dificultades.
Jonathan tiene doce horas para encontrar el reloj Deveraux. Es lo único que puede salvar el alma de su madrastra. Pero hay un problema: el reloj está escondido en algún rincón de la Ciudad Antigua, un lugar que se transforma a medida que avanza la noche.
Una novela que refleja la fuerza de voluntad a través de peligrosas aventuras y misteriosas realidades.

Oliver Twist

Oliver Twist es una de las novelas más célebres de la literatura universal. Es la novela más conocida del escritor inglés Charles Dickens. Fue escrita entre 1837 y 1839 y se presenta en ella un cuadro de la sociedad inglesa de la época victoriana. Dickens denuncia en esta obra la precaria situación de los orfanatos y el maltrato que se daba a los acogidos en ellos, la delincuencia y la marginalidad de Londres y el triste papel del sistema judicial, que no duda en castigar severamente a un pobre chico. Oliver, desde la muerte de su madre, es un pequeño huérfano que pasa por mil y una penurias. Desposeído de su condición social al nacer la encuentra al final de la mano del señor Brownlow, y gracias a un medallón de su madre. Oliver sufre los malos tratos en el hospicio que le acogió en su nacimiento, hasta que escapa de su influencia y de su último trabajo como ayudante de sepulturero, para marchar hacia la ciudad de la cual ha escuchado maravillas. El niño llega a la ciudad, una sucesión de laberínticas calles y callejones, y cae directamente en las manos de Fajín y de su banda de delincuentes adolescentes. Allí se inicia en las artes del robo y de la delincuencia callejera, conoce a Anita, quien como una parte de las mujeres de la época victoriana se gana la vida en la calle. Anita ayuda a Fajín para recuperar a Oliver, aunque al final de la novela somos testigos de su arrepentimiento. El final feliz es el clásico de cualquier novela en la que el personaje ha de salvar mil y un obstáculos.

La emperatriz de los Etéreos

Bipa no cree en los cuentos de hadas. No le interesa nada más allá de las cuevas donde vive su gente. En cambio, su amigo Aer, el hijo del extranjero, parece que cada vez se aleja más de la realidad y va dejándose absorber por el brillo de la estrella azul... donde dicen que vive la Emperatriz de los Etéreos. ¿Por qué quiere partir si en el exterior sólo hay hielo y, al parecer, lo único que se encuentra es la muerte?

miércoles, 10 de febrero de 2016

El laberinto de la rosa

Una madre lega en su testamento un misterioso escrito y una sencilla llave de plata al menor de los hermanos. La tradición familiar establece que dichos objetos pasen de madres a hijas, pero ella, al tener únicamente hijos varones, se devana los sesos durante las últimas semanas de su vida para decidir qué hacer con aquellas curiosas menudencias sin valor aparente que habían permanecido en el seno de la familia durante generaciones. Tal vez debería recibirlas Alex, pero siempre ha estado muy unida a Will, y aunque en verdad ama por igual a ambos, ella se aferra al presentimiento de que éste último es el destinatario más idóneo. El documento parece tener mucho que decir.

martes, 9 de febrero de 2016

Cuatro almas

Se llaman Phoenix, Arizona, Summer y Jonas. No están vivos.Tampoco están muertos. Creédme : esto es lo único que puedo deciros con seguridad.Pero también sospecho que necesitan mi ayuda y que -en el cielo o en la tierra- uno tendrá para siempre mi corazón…

El valle de los lobos

Es la historia de una niña, Dana, que vive en una granja y tiene un amigo que se llama Kai. Hasta aquí, todo normal. El problema es que Kai es invisible para todos excepto para Dana, y ni siquiera ella lo puede tocar. Sin saber todavía si Kai es real o no, Dana es requerida por el Maestro, un hombre misterioso, para que acuda con él a su hogar: la Torre, en el remoto Valle de los Lobos. Cuando llegan allí, Dana descubre con sorpresa que la Torre es en realidad una escuela de magia… un poco extraña, puesto que sólo tiene dos alumnos: la propia Dana y Fenris, un elfo enigmático y reservado. Dana empieza a estudiar allí, y pronto se da cuenta de que hay algún tipo de maldición que pesa sobre el Valle de los Lobos, relacionado con algo que sucedió en la Torre mucho tiempo atrás, y que todo el mundo tiene secretos que ocultar: tanto Fenris como el Maestro tienen un oscuro pasado; Maritta, la enana que trabaja en las cocinas, es algo más que lo que aparenta; y hasta Kai, el amigo del alma de Dana, sabe mucho más de lo que dice…

domingo, 7 de febrero de 2016

Cuando estés vieja y gris y soñolienta...

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Cuando estés vieja y gris y soñolienta
y cabeceando ante la chimenea, toma este libro,
léelo lentamente y sueña con la suave mirada
y las sombras profundas que antes tenían tus ojos.

Cuántos amaron tus momentos de alegre gracia
y con falso amor o de verdad amaron tu belleza,
pero sólo un hombre amó en ti tu alma peregrina
y amó los sufrimientos de tu cambiante cara.

E inclinada ante las relumbrantes brasas
murmulla, un poco triste, cómo escapó el amor
y anduvo en las cimas de las altas montañas
y entre un montón de estrellas ocultó su rostro.

Poemas de William Butler Yeats

Versión de Nicolás Suescún

Diamante azul

Un reloj de pared que anuncia las muertes de los miembros de una familia y que entronca con una oscura historia nos traslada a principios del siglo XVIII y a una tierra ancestral y remota cerca de los Pirineos.

De ese lugar procede Silvestre, un hombre capaz de cambiar su destino y de emprender un viaje hasta Mataró, un ciudad desconocida para él, en pleno auge de la primera industrialización. Su nieta heredará ese talante suyo, y también desafiará las normas de su tiempo con una historia de amor a contracorriente.

Diamante azul es el fascinante relato de una saga familiar desde un origen casi legendario hasta los años previos a la Guerra Civil. Dos siglos de historia que contienen pecados y desgracias, pero también ternura, alegría, talento, amistad, mujeres avanzadas a su tiempo y romances que se oponen a las convenciones sociales.

sábado, 6 de febrero de 2016

Muerte

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La casa se fue vistiendo de silencio, como si la muerte tuviese pasos de seda. No hacían ruido. Todo el mundo hablaba en voz baja. Mamá se quedaba casi toda la noche cerca de mí. Pero yo no me olvidaba de él. De sus carcajadas. De su diferente pronunciación. Hasta los gritos de los grillos, allá fuera, imitaban el trac, trac de su barba. No podía dejar de pensar en él. Ahora ya sabía lo que era el dolor. Dolor no de recibir golpes hasta desmayarse. No de cortarse el pie con un pedazo de vidrio y recibir puntos en la farmacia. Dolor era eso que llenaba todo el corazón, con lo que la gente tenía que morirse, sin poder contarle a nadie el secreto. Dolor era lo que me daba esa debilidad en los brazos, en la cabeza, hasta en el deseo de dar vuelta la cabeza en la almohada.

José Mauro De Vasconcelos

viernes, 5 de febrero de 2016

Albert Espinosa

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Mi odio hacia alguien que le quita a un niño parte de su infancia es grandioso. A mi entender, ése es uno de los mayores crímenes que existen, ese robo de la inocencia...
                                                         

Albert Espinosa

jueves, 4 de febrero de 2016

Harriet Beecher Stowe

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    ¡Ay, con qué frescura, con qué solemnidad y belleza, nace cada nuevo día! Como si dijera al hombre insensato "¡Mira, tienes otra oportunidad! ¡Lucha por conseguir la gloria inmortal!".

                                                      Harriet Beecher Stowe

miércoles, 3 de febrero de 2016

Donde los árboles cantan

Algunas historias se escuchan... otras se viven. Viana, la única hija del duque de Rocagrís, está prometida al joven Robian de Castelmar desde que ambos eran niños. Los dos se aman y se casarán en primavera. Sin embargo, durante los festejos del solsticio de invierno, un arisco montaraz advierte al rey de Nortia y sus caballeros de la amenaza de los bárbaros de las estepas… y tanto Robian como el duque se ven obligados a marchar a la guerra. En tales circunstancias, una doncella como Viana no puede hacer otra cosa que esperar su regreso y, tal vez, prestar atención a las leyendas que se cuentan sobre el Gran Bosque…: el lugar donde los árboles cantan.

martes, 2 de febrero de 2016

Agatha Mary Clarissa Miller


Agatha Mary Clarissa Miller nació el 15 de septiembre 1890 en el seno de una familia de clase media alta en Torquay, Devon, al sudoeste de Inglaterra. Su madre, Clara Boehmer, originaria de Belfast, nació en 1854 como la única hija mujer del capitán Frederick Boehmer y Mary Ann West, matrimonio que tuvo otros cuatro varones, uno de los cuales murió joven. El capitán Boehmer pereció en un accidente de equitación durante una estadía en Jersey en abril de 1863, por lo que Mary Ann tuvo que criar a sus hijos sola bajo un magro ingreso económico. A causa de su situación financiera, envió a su hija Clara a vivir en Sussex Occidental con su tía Margaret Miller, casada desde 1863 con un norteamericano millonario, Nathaniel Frary Miller. Ahí conoció a su futuro esposo, Frederick Alvah Miller, un agente de bolsa estadounidense e hijo de su padrastro.Miembro de la clase alta norteamericana, había estado radicado en Europa para estudiar en Suiza. Considerado agradable y amable por los que le conocían, pronto desarrolló una relación amorosa con Clara y se casaron en abril de 1878. El matrimonio tuvo dos hijos además de Agatha: Margaret «Madge» Frary Miller (1879-1950), nacida en Torquay, y Louis «Monty» Montant (1880-1929), nacido en Nueva York. Poco después, Clara adquirió una villa en Torquay llamada «Ashfield», donde vivió con su familia y tuvo a su última hija, Agatha.

Christie señaló que su infancia había sido «muy feliz» y había crecido rodeada de mujeres fuertes e independientes. Su vida alternaba entre su casa de Devonshire y las residencias de su abuela y tías en Ealing, West End y algunas partes del sur de Europa, donde su familia transcurría las vacaciones de invierno.13 Nominalmente cristiana, fue criada en un hogar de creencias esotéricas y, al igual que sus hermanos, creía que su madre Clara era una psíquica con percepciones extrasensoriales.Sus padres insistieron en que su hija recibiera una educación hogareña y se encargaron de enseñarle a leer y escribir, y a realizar operaciones aritméticas básicas. Si bien su madre creía que los niños no debían aprender a leer hasta la edad de ocho años, Agatha aprendió a los cuatro. También la instruyeron acerca de la música y aprendió a tocar el piano y la mandolina. Fue una lectora voraz desde una edad temprana. Si bien pasó mucho tiempo con sus mascotas, gran parte de su infancia transcurrió en soledad y aislada de otros niños. Al relacionarse con un grupo de chicas en Torquay, señaló que «uno de los mejores momentos de mi existencia» fue su aparición con ellas en una producción operística juvenil de Gilbert y Sullivan, The Yeomen of the Guard, en la que interpretó a la héroe, Fairfax.

Su padre enfermaba a menudo y sufrió una serie de ataques al corazón hasta que murió en noviembre de 1901 a la edad de 55 años. Su muerte dejó a la familia devastada y con un futuro económico incierto. Agatha y su madre continuaron viviendo juntas en su casa de Torquay, mientras que Madge se trasladó a Cheadle Hall con su nuevo marido y Monty se unió al ejército para luego ser enviado a Sudáfrica donde luchó en la Guerra de los Boers. Agatha declararía más tarde que la muerte de su padre, que se produjo cuando ella tenía 11 años, marcó el fin de su infancia. En 1902, Agatha comenzó a recibir una educación formal en la Escuela de Niñas de la Señorita Guyer en Torquay pero encontró dificultades para adaptarse al régimen disciplinario. En 1905 fue trasladada a la ciudad de París, donde estudió en tres entidades, Mademoiselle Cabernet, Les Marroniers y la de la señorita Dryden.


Al regresar a Inglaterra en 1910, descubrió que su madre estaba enferma y ambas decidieron pasar tiempo juntas en la zona más cálida de El Cairo, alojándose durante tres meses en el Gezirah Palace Hotel. Visitó monumentos egipcios antiguos como la Gran Pirámide de Giza pero no mostró interés por la arqueología y egiptología que en sus últimos años llegaron a ser un aspecto relevante en su obra. De regreso a Gran Bretaña, continuó con sus actividades sociales, la escritura y la realización de teatro para aficionados, incluso ayudó durante la producción de la obra The Blue Beard of Unhappiness con un grupo de amigas. Algunas de sus primeras obras fueron publicadas pero Christie decidió no enfocarse en esta tarea como futuro profesional.

Mientras se recuperaba en la cama de una enfermedad, escribió su primer cuento, The House of Beauty, que consistió en alrededor de 6000 palabras sobre el mundo de «la locura y los sueños». El biógrafo Janet Morgan comentó más tarde que a pesar de «desaciertos de estilo», la historia fue «convincente». La mayoría de sus siguientes relatos, en especial The Call of Wings y The Little Lonely God, ilustraron su interés por el espiritismo y lo paranormal. Varias revistas rechazaron todas sus primeras presentaciones aunque algunas fueron reversionadas y publicadas más tarde a menudo con nuevos títulos.

A continuación, Christie editó su primera novela, Snow Upon the Desert, en El Cairo, basada en sus recientes experiencias en esa ciudad. Sin embargo, se encontró perturbada luego de que varias editoriales se negaran a publicarla. Clara le sugirió que pidiera consejo a un amigo de la familia, el escritor Eden Philpotts, quien alentó a que continuara con su obra y le envió una introducción a su agente literario, Hughes Massie. Sin embargo, él también rechazó Snow Upon the Desert y sugirió la preparación de una segunda novela.

En búsqueda de un marido en diversos eventos sociales, tuvo relaciones infructuosas de corta duración con cuatro hombres separados. Luego conoció a Archibald Christie (1889-1962) en un baile ofrecido por lord y lady Clifford en Chudleigh, a 19 km de Torquay. Archie había nacido en la India como el hijo de un juez del servicio civil. Ambos se enamoraron rápidamente y, al enterarse de que sería destinado a Farnborough, Archie le propuso matrimonio y Agatha aceptó la propuesta. En 1914, con el estallido de la Primera Guerra Mundial, su marido fue enviado a Francia para combatir a las fuerzas alemanas. Por su parte, Agatha también colaboró durante la guerra y se unió a la Voluntary Aid Detachment (VAD), donde atendió soldados heridos en el Hospital de Torquay. En su desempeño como enfermera, profesión a la que definió como «uno de los trabajos más gratificantes que cualquiera pueda tener»,31 dedicó 3400 horas de trabajo no remunerado entre octubre 1914 y diciembre de 1916. Como dispensadora hospitalaria para la Cruz Roja, obtuvo £16 anuales hasta el final de su servicio en septiembre de 1918. Su trabajo ahí tuvo cierta influencia en su obra ya que muchos de los asesinatos que relató se llevaron a cabo con venenos. Finalmente Archie fue enviado de regreso a Gran Bretaña en septiembre de 1918 como coronel en el Ministerio del Aire y ambos se instalaron en un departamento en el número 5 de Northwick Terrace en St. John Wood, al noroeste de Londres.

A finales de 1926, Archie reveló que estaba enamorado de otra mujer, Nancy Neele,y solicitó el divorcio. El 3 de diciembre de 1926, Christie y Archibald mantuvieron una discusión y él abandonó su residencia «Styles» de Berkshire para pasar el fin de semana con su amante en Surrey. Esa misma noche, alrededor de las 21.45 GMT, Christie desapareció luego de dejarle una carta a su secretaria donde informaba que estaría en Yorkshire.

Su coche, un Morris Cowley, fue encontrado más tarde en Newlands Corner al lado de un lago cerca de Guildford junto con un permiso de conducir caducado y ropa. El hecho provocó gran conmoción entre sus seguidores y atrajo la atención de la prensa pública. El ministro del Interior, William Joynson-Hicks, presionó a la policía y un periódico ofreció 100 libras como recompensa. Más de mil agentes de policía, 15 000 voluntarios y varios aviones rastrillaron e investigaron la zona rural. Incluso, sir Arthur Conan Doyle le otorgó uno de los guantes de Christie a un médium para que lograra percibirla y Dorothy L. Sayers visitó la casa de Surrey, que posteriormente se convirtió en el escenario de su libro Unnatural Death.47

La desaparición de Christie apareció en la primera plana de The New York Times y a pesar de la intensa búsqueda, no fue hallada hasta once días después.El 14 de diciembre de 1926 fue identificada como una huésped del Swan Hydropathic Hotel en Harrogate, donde apareció registrada como Teresa Neele (el apellido de la amante de su marido), de Ciudad del Cabo. La escritora no sabía por qué estaba ahí y tampoco fue capaz de reconocer a su marido cuando este llegó a su encuentro, por lo que debió recibir un tratamiento psiquiátrico en Harley Street.

Christie nunca dio explicaciones con respecto a su desaparición. Aunque dos médicos le diagnosticaron entonces fuga psicogénica, la opinión en cuanto a las razones de su desaparición continúa dividida. Una de las versiones indica que habría sufrido una crisis nerviosa ocasionada por su propensión a la depresión agravada por la muerte de su madre a principios de año y la infidelidad de su marido. La reacción pública fue principalmente negativa ya que muchos creyeron que había fingido su desaparición como truco publicitario o para hacerle creer a la policía que su esposo la había matado.

Los Christie se divorciaron en 1928, Archie se casó al poco tiempo con Nancy Neele y Agatha recibió la custodia de su hija Rosalind. Durante su matrimonio, publicó seis novelas, una colección de historias cortas y una serie de cuentos en revistas. Madre e hija se trasladaron a las Islas Canarias, donde terminó de redactar El misterio del tren azul. A finales de 1928 Agatha escribió su primera novela bajo el seudónimo de Mary Westmacott, El pan del gigante, que no pertenece al género de detectives sino que es una obra ficcional sobre un compositor obligado a trabajar por razones financieras.

Su primer gran éxito llegó con la publicación de El asesinato de Roger Ackroyd en 1926. La novela, de la cual se comercializaron 5000 copias durante la primera emisión, recibió muchas opiniones y generó una controversia por la forma en que cambia las reglas tradicionales de la novela policíaca. La autora se sirvió del relato en primera persona para ocultar y al mismo tiempo revelar la identidad del asesino. La necesidad de formular determinados pasajes del informe de una manera tan ambigua atraía a Christie.

Persuadida durante una cena, Christie partió hacia Bagdad y de ahí viajó a la zona arqueológica de Ur, donde forjó una amistad con los dirigentes de una excavación, Leonard y Katharine Wooley. Invitada de nuevo al año siguiente, conoció al arqueólogo Max Mallowan (1904-1978), a quien definió como un «hombre delgado, moreno, joven y muy tranquilo». Tras un breve noviazgo, contrajeron matrimonio en septiembre de 1930 . Su matrimonio, a diferencia del anterior, fue fructífero y perduró hasta la muerte de la escritora en 1976.Ambos solían pasar los veranos en Ashfield con Rosalind, la Navidad con la familia del hermano de Mallowan en Abney Hall, los finales de otoño trabajando en excavaciones arqueológicas —principalmente en Siria e Iraq— y el resto del año en Londres y en su casa de campo en Wallingford, Oxfordshire.

Durante la Segunda Guerra Mundial, mientras su esposo consiguió un trabajo en El Cairo, Christie se desempeñó en la farmacia del University College de Londres, donde adquirió más conocimientos sobre los venenos sumados a los que había recopilado durante su trabajo en el dispensario. Sus estudios sobre químicos a menudo se vieron reflejados en sus historias publicadas en los años de posguerra. Por ejemplo, el jefe farmacéutico Harold Davis, posteriormente trasladado al Ministerio de Salud del Reino Unido, le informó sobre el uso del talio como veneno y en El misterio de Pale Horse, publicado en 1961, Christie se sirvió de eso para el método de ejecución de las víctimas al que agregó indicios como la caída del cabello. Su descripción de la intoxicación con talio fue tan precisa que curiosamente ayudó a resolver un caso médico que resultó desconcertante para los especialistas.

El período de guerra fue el momento de mayor prestigio de la carrera de Christie. Algunas de sus obras más destacadas durante esa época fueron Cinco cerditos, Diez negritos, El caso de los anónimos, Un cadáver en la biblioteca y Maldad bajo el sol.Diez negritos es la novela de misterio más vendida de la historia y es considerado uno de los libros más vendidos de todos los tiempos.
Para honrar sus variadas obras literarias, recibió el primer Grand Master Award concedido por la Asociación de Escritores de Misterio y fue nombrada Comendadora de la Orden del Imperio Británico en 1956, un año antes de convertirse en presidenta del Detection Club. En 1961 recibió el doctorado honorario de la Universidad de Exeter y en 1971, la reina Isabel II la promovió a Dama Comendadora, tres años después de que su marido fuera nombrado Comendador de la Orden del Imperio Británico por su trabajo arqueológico. Desde 1968, luego de que su marido recibiera el título, la escritora podía ser llamada lady Agatha Mallowan o simplemente lady Mallowan.

Desde 1971 a 1974, la salud de Christie se deterioró considerablemente aunque continuó trabajando. Su última aparición pública ocurrió en 1974 cuando asistió al estreno de la versión cinematográfica de Asesinato en el Orient Express protagonizada por Albert Finney.La última historia con Poirot, Telón, escrita en los años de 1940, fue publicada en diciembre de 1975, mientras que el último libro con Miss Marple, Un crimen dormido, fue lanzado en octubre de 1976 aunque también fue redactado durante la Segunda Guerra Mundial.En enero de 1976 sufrió un severo estado gripal y,ante el debilitamiento de su estado físico, otorgó los derechos de autor de La ratonera a su nieto.Algunos investigadores canadienses manifestaron luego de estudios su opinión de que Christie pudo haber padecido mal de Alzheimer o demencia senil en sus últimos años.

Falleció de causas naturales el 12 de enero de 1976 a los 85 años en su residencia Winterbrook House de Wallingford, Oxfordshire.Sus restos fueron inhumados en el cementerio de Santa María en Cholsey.


Extraído de wikipedia 

lunes, 1 de febrero de 2016

A la Muerte

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Si dentro de mi corazón hay hastío,
Si la llama de la poesía
Y el fuego del amor se hace frío,
Lacera mi carne sin cortesía.

Rápido, sin pausa ni demora;
No dejes el campo de mi vida sobre el huerto
Con la ceniza de los sentimientos muertos,
Deja que mi canto fluya con ternura.

Amy Levi

Hojas Marchitas


Imagen de castle, dark, and rose

Las rosas en sus troncos se secaron, 
los lirios blancos en su tallo erguidos
secáronse también,
y airado el viento arrebató sus hojas,
arrebató sus hojas perfumadas
que nunca más veré.

Otras rosas después y otros jardines
con lirios blancos en su tallo erguidos
he visto florecer;
más ya cansados de llorar mis ojos,
en vez de llanto en ellos, derramaron
gotas de amarga hiel.


Rosalía de Castro

domingo, 31 de enero de 2016

A la luna



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Tú, que rigiendo de la noche el carro,
Sus sombras vistes de cambiantes bellos,
Dando entre nubes -que en silencio arrollas-
Puros destellos,

Para que mi alma te bendiga y ame,
Cubre veloz tu lámpara importuna...
Cuando eclipsada mi ventura lloro,
¡Vélate, luna!

Tú, que mis horas de placer miraste,
Huye y no alumbres mi profunda pena
No sobre restos de esperanzas muertas
Brilles serena.

Pero ¡no escuchas! Del dolor al grito
Sigues tu marcha majestuosa y lenta,
Nunca temiendo la que a mí me postra,
Ruda tormenta.

Siempre de infausto sentimiento libre,
Nada perturba tu sublime calma
Mientras que uncida de pasión al yugo,
Rómpese mi alma.

Si parda nube de tu luz celosa
Breve momento sus destellos vela,
Para lanzarla de tu excelso trono
Céfiro vuela.

Vuela, y de nuevo tu apacible frente
Luce, y argenta la extensión del cielo
¡Nadie ¡ay! disipa de mi pobre vida
Sombras de duelo!

Bástete, pues, tan superior destino;
Con tu belleza al trovador inflama;
Sobre los campos y las gayas flores
Perlas derrama;

Pero no ofendas insensible a un pecho
Para quien no hay consolación ninguna
Cuando eclipsada mi ventura lloro,
¡Vélate, luna!
Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873)

La dama negra


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Hacía ya doscientos años que el castillo no era sino un montón de piedras derruidas. En mitad de aquellas rocas se había alzado un magnífico arce que en numerosas ocasiones los campesinos de los alrededores habían intentado derribar sin lograrlo, pues su madera era muy dura y nudosa. Finalmente, un joven llamado Wilhelm vino a su vez a intentar la aventura como los demás, y después de haberse desprendido de su chaqueta, asiendo un hacha que había mandado afilar a propósito, golpeó el tronco del árbol con todas sus fuerzas, pero el árbol repelió el hacha como si hubiera sido de acero. Wilhelm no se desanimó y propinó un segundo golpe, el hacha rebotó de nuevo; por fin, levantó el brazo, y reuniendo todas sus fuerzas, dio un tercer golpe, pero como al propinar ese tercer golpe oyó algo semejante a un suspiro, levantó los ojos y vio delante de él a una mujer entre veintiocho y treinta años, vestida de negro y que habría sido perfectamente bella si su palidez no hubiera dado a toda su persona un aspecto cadavérico que indicaba que desde hacía mucho tiempo aquella mujer ya no pertenecía a este mundo.

—¿Qué quieres hacer con este árbol? —preguntó la Dama Negra.

—Señora —respondió Wilhelm mirándola sorprendido, pues no la había visto llegar y no podía adivinar de dónde salía—, señora, quiero hacer una mesa y unas sillas, pues me caso en la próxima fiesta de san Martín con Roschen, mi prometida, a quien amo desde hace tres años.

—Prométeme que harás una cuna para tu primer hijo —dijo la Dama Negra—, y levantaré el hechizo que defiende este árbol del hacha del leñador.

—Se lo prometo, señora. —dijo Wilhelm.

—¡Muy bien! ¡Entonces golpea ahora! —dijo la dama.

Wilhelm levantó su hacha, y del primer golpe hizo en el tronco una incisión profunda; tras el segundo golpe, el árbol tembló de la copa a las raíces; tras el tercero, cayó completamente separado de su base y rodó por el piso. Wilhelm levantó la cabeza para darle las gracias a la Dama Negra, pero ésta había desaparecido.

El joven cumplió la promesa que había hecho, y aunque se burlaron bastante de él al ver que construía una cuna para su primer hijo antes de que se hubiera realizado el matrimonio, no por eso puso menos ardor y atención en su trabajo hasta el punto que, antes de que hubieran transcurrido ocho días, ya había acabado una encantadora cuna.

Poco después se desposó con Roschen y nueve meses después, Roschen dio a luz a un hermoso niño que colocaron en su cuna de arce. Aquella misma noche, cuando el niño lloraba y su madre, desde su cama, lo mecía, la puerta de la habitación se abrió y la Dama Negra apareció en el umbral, llevando en la mano una rama de arce seca; Roschen quiso gritar, pero la Dama Negra puso un dedo sobre sus labios, y Roschen, por temor a irritar a la aparecida, permaneció muda e inmóvil, con los ojos clavados en ella. La Dama Negra se acercó entonces a la cuna con paso lento y que no producía ruido alguno. Cuando llegó junto al niño, unió las manos, rezó un momento en voz baja, besó al bebé en la frente y dijo a la pobre madre aterrorizada:

—Roschen, coge esta rama seca que procede del mismo arce del que está hecha la cuna de tu hijo, guárdala con cuidado, y tan pronto como tu hijo haya alcanzado los dieciséis años, introdúcela en agua pura; luego cuando le hayan salido hojas y flores, dásela a tu hijo y pídele que vaya a tocar con ella la torre del lado de Oriente: eso le traerá a él felicidad y a mí la liberación.

Luego, tras haber pronunciado estas frases, dejando la rama seca en las manos de Roschen, la Dama Negra desapareció.

El niño creció y se convirtió en un hermoso joven; un buen genio parecía protegerlo en todo cuanto hacía; de vez en cuando, Roschen le echaba una mirada a la rama del arce que había colocado por debajo del crucifijo, junto al boj bendecido el Domingo de Ramos. Y como la rama estaba cada día más seca, ella sacudía la cabeza dudando que una rama tan seca pudiera llegar a tener hojas y flores. No obstante, el mismo día en que su hijo cumplió los dieciséis años, no dejó de obedecer las órdenes expresas de la Dama Negra y, cogiendo la rama de debajo del crucifijo, fue a colocarla en medio de un manantial que brotaba en el jardín. Al día siguiente fue a ver la rama y le pareció que la savia empezaba a circular por debajo de la corteza; dos días después vio que se le formaban brotes; al día siguiente esos brotes se abrieron, luego crecieron las hojas, aparecieron las flores, y al cabo de ocho días de haber estado en el manantial, la rama estaba como si acabaran de cortarla del arce vecino.

Entonces Roschen buscó a su hijo, lo condujo al manantial, y le contó lo que había sucedido el día de su nacimiento. El joven, aventurero como un caballero andante, cogió de inmediato la rama e inclinándose ante su madre le pidió su bendición, pues quería iniciar su aventura en aquel mismo instante. Roschen lo bendijo y el joven se dirigió de inmediato hacia las ruinas.

Era ese momento del día en el que el sol, al ocultarse en el horizonte, hace surgir la sombra de los lugares profundos a los más elevados. El joven, pese a ser valiente, no estaba exento de esa inquietud que experimenta el hombre más animoso en el momento en el que se enfrenta a un acontecimiento sobrenatural e inesperado; cuando puso el pie en las ruinas, su corazón latía con tanta intensidad que tuvo que detenerse un instante para respirar. El sol se había ocultado por completo y la oscuridad empezaba a alcanzar el pie de las murallas cuya cima estaba aún dorada por los últimos rayos de luz. El joven avanzó con la rama de arce en la mano hacia la torre del Oriente, y al oriente de la torre encontró una puerta; llamó tres veces, y a la tercera la puerta se abrió y apareció la Dama Negra en el dintel. El joven dio un paso hacia atrás pero la aparecida tendió una mano hacia él y con voz dulce y rostro sonriente:

—No temas, joven —dijo—, pues hoy es un día feliz para ti y para mí.

—Pero ¿quién es usted, señora, y qué puedo hacer por usted?

Imagen de girl, black and white, and dark—Soy la dama de este castillo —prosiguió el fantasma—, y como ves, nuestra suerte es similar; él no es sino una ruina y yo no soy sino una sombra. De joven, estuve comprometida con el joven conde de Windeck, que vivía a unas leguas de aquí, en el castillo cuyos restos llevan aún su nombre. Después de haberme dicho que me amaba, y haberse asegurado de que yo compartía su amor, me abandonó por otra mujer que convirtió en su esposa; pero su felicidad no duró mucho. El conde de Windeck era ambicioso; entró en la Liga contra el emperador y murió en un combate en el que su partido fue derrotado; entonces, los partidarios del emperador se desperdigaron por las montañas, pillando e incendiando los castillos de sus enemigos. El castillo de Windeck fue pillado e incendiado como los demás, y la joven condesa huyó con su hijo en los brazos; agotada por la fatiga, cogió una rama de arce para usarla de cayado. Había visto desde lejos las torres de mi castillo y, como ignoraba lo que había habido entre su marido y yo, venía a pedirme hospitalidad; pero si ella no me conocía, yo sí la conocía a ella; la había visto pasar en silla de mano, embriagada de amor, ardiente en el placer, seguida de lejos por muchos jóvenes guapos que, como si fueran eco de mi ingrato enamorado, le decían que era hermosa. Al verla, en lugar de apiadarme de ella como debía hacerlo una cristiana, todo mi odio se despertó. La vi con gusto, abrumada por el peso de su tierno fardo subir con los pies descalzos y malheridos por el sendero rocoso que conducía a la entrada de mi castillo.

Pronto se detuvo sobre la colina que domina aquel lago de agua oscura que ahí ves; haciendo un esfuerzo, hundiendo su cayado en tierra para apoyarse en él, tendió hacia mí sus brazos en los que estaba su hijo y, moribunda, se dejó caer exhausta abrazando a su pobre hijito sobre su pecho. Entonces, sí, lo sé muy bien, yo habría debido descender de mi balcón, ir a su encuentro, levantarla con mis manos, sostenerla sobre mi hombro, conducirla a este castillo y convertirla en mi hermana. Eso habría sido hermoso y caritativo a los ojos de Dios; sí, lo sé, pero yo me sentía celosa del conde, incluso después de su muerte. Quise vengarme en su pobre esposa inocente de lo que yo había sufrido.

Llamé a mis criados y les ordené que la echaran como si fuera una vagabunda. Desgraciadamente, me obedecieron: los vi acercarse a ella, insultarla, y negarle hasta el trozo de tierra en la que reposaba un instante sus miembros fatigados. Entonces, se levantó como una loca, y cogiendo a su hijo en brazos, la vi correr con el cabello al viento hacia la roca que domina el lago, subir a la cima y luego, profiriendo una terrible maldición contra mí, precipitarse al agua, ella y su bebé. Lancé un grito. Me arrepentí al instante, pero era demasiado tarde. La maldición de mi víctima había llegado hasta el trono de Dios. Había pedido venganza y la venganza debería realizarse.

Al día siguiente, un pescador que había arrojado sus redes al lago sacó a la madre y al hijo aún abrazados. Como, según la declaración de mis criados, había atentado contra su propia vida, el capellán del castillo se negó a enterrarla en tierra consagrada y fue depositada en el lugar en el que había hundido su cayado de arce; muy pronto, aquel cayado, que aún estaba verde, echó raíces y, a la primavera siguiente, dio flores y frutos.

Por lo que a mí respecta, devorada por el arrepentimiento, sin tranquilidad durante mis días ni reposo durante mis noches, pasaba el tiempo rezando de rodillas en la capilla, o deambulando en torno al castillo. Poco a poco sentí que mi salud se deterioraba y fui consciente de que padecía una enfermedad mortal. Muy pronto, una languidez insuperable se adueñó de mí y me obligó a permanecer en cama. Hicieron venir a los mejores médicos de Alemania pero, al verme, todos movían la cabeza y decían: "No podemos hacer nada, la mano de Dios está sobre ella". Tenían razón, yo estaba condenada. Y el día del tercer aniversario de la muerte de la condesa, yo morí a mi vez. Por sugerencia mía, me vistieron con el vestido negro que había usado en vida con el fin de llevar, incluso después de mi muerte, luto por mi crimen; y como, pese a ser muy culpable, me habían visto morir como una santa, me depositaron en la cripta funeraria de mi familia y sellaron sobre mí la losa de mi tumba.

La misma noche del día en el que allí me depositaron, en medio de mi sueño mortal, me pareció oír sonar la hora en el reloj de la capilla. Conté las campanadas y oí doce. Tras la última, me pareció que una voz me decía al oído:

—Mujer, levántate.

Reconocí la voz de Dios y exclamé:

—¡Señor! ¡Señor! ¿no estoy muerta entonces, y aunque creía haberme dormido en vuestra misericordia para siempre, vais a devolverme a la vida?

—¡No! —dijo la misma voz— no temas, sólo se vive una vez; sí, estás muerta, pero antes de implorar mi misericordia, es necesario que des satisfacción a mi justicia.

—¡Dios mío, Señor! —exclamé temblando— ¿Qué vais a ordenar sobre mí?

—Errarás, pobre alma en pena —respondió la voz— hasta que el arce que da sombra a la tumba de la condesa sea lo suficientemente grueso como para proporcionar tableros para la cuna del niño que te liberará. Levántate pues de tu tumba y cumple mi designio.

Entonces, con la punta de un dedo levanté la losa de mi sepulcro, y salí, pálida, fría, inanimada, y deambulé alrededor de mi castillo hasta que se oyó el primer canto del gallo; entonces, como impulsada por un brazo irresistible, entré en esta torre cuya puerta se abrió sola ante mí, y me tendí en mi tumba, cuya tapa se cerró sola. La segunda noche fue igual, y todas las noches que siguieron a la segunda.

Esto duró casi tres siglos. Vi cada año caer una tras otra las piedras del castillo, y brotar una a una todas las ramas del arce. Finalmente, del edificio y de sus cuatro torres sólo quedó ésta; el árbol creció y se hizo robusto hasta el punto que vi que se acercaba el momento de mi liberación.

Un día tu padre vino con un hacha en la mano. El arce, que hasta entonces había resistido al acero más afilado, ablandado por mí, cedió ante el metal de su hacha; a petición mía, hizo del tronco una cuna en la que te recostaron el día que naciste. El Señor ha cumplido lo que me prometió, ¡bendito sea Dios todopoderoso y misericordioso!

El joven hizo la señal de la cruz y preguntó: "¿Y ya no me queda nada más que hacer?".

—Sí —respondió la Dama Negra—, sí, joven, debes concluir tu obra.

—Ordene, señora —contestó— y yo obedeceré.

—Excava al pie del arce y encontrarás los huesos de la condesa de Windeck y de su hijo: haz que los entierren en tierra consagrada, y cuando estén enterrados, levanta la losa de mi tumba y ponme una rama de boj bendecido en la última Pascua en la mano, luego clava totalmente la tapa, pues no volveré a levantarme hasta el día del Juicio Final.

—Pero ¿cómo reconoceré su tumba?

—Es la tercera de la derecha al entrar; además —añadió la Dama Negra tendiendo hacia el joven una mano que habría sido perfecta de no ser por su extrema palidez—, mira este anillo, lo reconocerás cuando lo veas en mi dedo.

El joven miró y vio un carbúnculo tan puro que iluminaba no sólo la mano de la dama, sino además su bello y melancólico rostro al que, lo mismo que a la mano, sólo podía reprochársele una excesiva blancura.

—Se hará como desea —dijo el joven cubriéndose con la mano, porque estaba deslumbrado por el brillo que irradiaba el carbúnculo—, y desde mañana mismo.

—¡Que así sea! —respondió la Dama Negra y desapareció como si se la hubiera tragado la tierra.

El joven sintió que acababa de producirse algo extraño, retiró la mano de los ojos y miró a su alrededor, pero estaba solo en mitad de las ruinas, con la rama de arce en la mano, frente a la puerta de la torre del Oriente, y esta puerta estaba cerrada.

El joven regresó a su casa y se lo contó todo a su padre y a su madre que reconocieron en ello la mano de Dios; al día siguiente, avisaron al párroco de Achern, que acudió al lugar indicado por el joven entonando el Magnificat, mientras dos enterradores excavaban al pie del arce. A cinco o seis pies de profundidad, como lo había dicho la Dama Negra, se encontraron los dos esqueletos; los huesos de los brazos de la madre apretaban aún a su hijo contra los huesos de su pecho. Ese mismo día, la condesa y su hijo fueron inhumados en tierra consagrada.

Luego, al salir de la iglesia, el joven cogió de los pies de un crucifijo una rama bendecida en la última Pascua, y llamando a dos de sus amigos, uno de los cuales era albañil y el otro cerrajero, los llevó consigo a la torre del Oriente. Cuando vieron dónde los conducía, dudaron, pero el joven les dijo con tal confianza que al obedecerlo a él obedecían a Dios, que no dudaron más y lo siguieron.

Al llegar a la puerta de la torre, el joven se percató de que había olvidado la rama de arce con la que la había tocado la víspera, pero pensó que su rama bendecida tendría sin duda el mismo poder; y no se equivocó. Apenas el extremo de la rama seca hubo rozado la maciza puerta, ésta giró sobre sus goznes, como si la hubiera empujado un gigante, y una escalera surgió ante ellos.

Encendieron las antorchas de las que se había provisto y descendieron; tras el vigésimo escalón llegaron a la cripta. El joven se dirigió a la tercera tumba, y llamó a sus dos acompañantes para que le ayudaran a levantar la tapadera; una vez más dudaron, pero su compañero les aseguró que lo que iban a hacer, lejos de ser una profanación, era un acto de piedad; unieron pues sus fuerzas y destaparon la tumba. Contenía un esqueleto descarnado en el que el joven no logró reconocer a la bella mujer que le había hablado la víspera, y a la que, como ya hemos mencionado, sólo podía reprochársele una palidez excesiva. Pero en los huesos de su dedo, vio brillar el magnífico carbúnculo sin par en el mundo. Le colocó en la mano la rama bendecida, cerraron la tumba e invitó a sus amigos a sellarla lo más fuerte posible. Los dos acompañantes así lo hicieron.

Es en esa tumba, que aún hoy se muestra a los visitantes suficientemente animosos como para atreverse a penetrar bajo las bóvedas de la capilla subterránea, donde reposa la Dama Negra, esperando el Juicio Final.

La dame noire, Alejandro Dumas (1802-1870)

La profecía de las hermanas




La profecía de las hermanas


Una habitación oscura, un espeluznante ritual, la inexplicable aparición de una extraña marca en la muñeca de Lia, su ardiente pasión por James, el hallazgo de un libro de origen desconocido…
Las siniestras circunstancias que rodean la muerte de su padre enturbian la vida de las gemelas Lia y Alice Milthorpe. El misterio se instala entre las sombrías paredes de Birchwood, y el recelo que siempre habían sentido la una hacia la otra se acrecienta tanto que acaban convirtiéndose en enemigas.
¿Desvelarán las jóvenes protagonistas el enigma de la profecía que durante generaciones ha enfrentado a unas hermanas con otras?





El ángel del caos

Tras descubrir que puede reunir el poder necesario para enfrentarse a las fuerzas del mal y con la esperanza de hallar las restantes llaves, Lia decide emprender un largo viaje al encuentro de su destino, «hacia esa oscura y amorfa sombra» que la aguarda. Londres es la ciudad elegida. La acompañará su buena amiga Sonia, quien desempeña también un papel fundamental en la profecía durante tanto tiempo escondida en el Librum Maleficii et Disordinae, el Libro del caos. Ahora, Lia sabe que las páginas perdidas están en algún lugar y que debe descifrar sus palabras para evitar que la profecía se cumpla.











El ritual de Avebury

Lia no puede olvidar las misteriosas palabras de la página final de la profecía, pues recuerdan que aún es posible un futuro en el que las almas no acechen sus sueños y esperanzas. Debe encontrar la piedra escondida por las hermanas de Altus, sus antecesoras, y completar el ritual de Avebury para cerrar la puerta a Samael y liberar a futuras generaciones de hermanas y a la humanidad del oscuro caos que resultaría de su llegada a nuestro mundo. Pero Alice sigue esforzándose por impedir esa liberación y aún no ha encontrado a la cuarta llave. ¿Llegará el día señalado?


viernes, 29 de enero de 2016

Cartas marruecas

Carta LIII
De Gazel a Ben-Beley


Imagen de red
Ayer estábamos Nuño y yo al balcón de mi posada viendo a un niño jugar con una caña adornada de cintas y papel dorado.

-¡Feliz edad -exclamé yo-, en que aún no conoce el corazón las penas verdaderas y falsos gustos de la vida! ¿Qué le importan a este niño los grandes negocios del mundo? ¿Qué daño le pueden ocasionar los malvados? ¿Qué impresión pueden hacer las mudanzas de la suerte próspera o adversa en su tierno corazón? Los caprichos de la fortuna le son indiferentes. ¡Dichoso el hombre si fuera siempre niño!

-Te equivocas -me dijo Nuño-. Si se le rompe esa caña con que juega; si otro compañero se la quita; si su madre le regaña porque se divierte con ella, le verás tan afligido como un general con la pérdida de la batalla, o un ministro en su caída. Créeme, Gazel, la miseria humana se proporciona a la edad de los hombres; va mudando de especie conforme el cuerpo va pasando por edades, pero el hombre es mísero desde la cuna al sepulcro.

Cartas marruecas
Carta LIII
de José Cadalso

La casa de Bernarda Alba

LA CASA DE BERNARDA ALBA fue la última obra de teatro que Lorca dejó terminada, pero no llegaría a verla representada. El poeta, además, nunca comentó nada sobre ella, por lo que se presenta como una de sus piezas más enigmáticas. Su lectura ha estado sesgada por interpretaciones de corte político que diluyen lo que en Lorca a no es más que un mero marco y postergan el problema de la condición humana, esencial en el poeta. Joaquín Forradellas analiza en esta edición los fundamentos de dichas interpretaciones y defiende la proyección atemporal de LA CASA por su valor estético y subraya la intención documental y realista de la obra. Protagonizada por personas corrientes que salen del pueblo, negando la heroicidad, LA CASA DE BERNARDA ALBA representa el dolor cotidiano, familiar, hasta sus últimas consecuencias. Lorca optó por un teatro representable, con un argumento asequible y, por ello, absolutamente crítico y eficaz al enfrentar al público con su propia máscara. Y lo hizo, además, con una expresión bella y precisa, poesía puramente dramática, apoyado en palabras inquietantes que «trastornan el reposo» del espectador.

Elizabeth Bathory


Esta entrada se la dedico a un escalofriante  personaje del cual empece a informarme después de leer El enigma de la calle Calabria en donde se hace una pequeña mención,y en donde vi por primera vez  este nombre: Elizabeth Bathory
Aquí os dejo algo de información que me parecio enteresante sobre «la Condesa Sangrienta»:

La condesa Isabel Báthory de Ecsed, fue una aristócrata húngara, perteneciente a una de las familias más poderosas de Hungría. Ha pasado a la historia por haber sido acusada y condenada de ser responsable de una serie de crímenes motivados por su obsesión por la belleza que le han valido el sobrenombre de «la Condesa Sangrienta». Erzsébet tiene el récord Guinness de la mujer que más ha asesinado en la historia de la humanidad con 630 muertes.
Imagen de Elizabeth Bathory

Nació en el seno de una de las familias más antiguas y adineradas de Transilvania: los Erdély. Sus padres, los condes Ana y Jorge Báthory, eran primos. Su abuelo materno fue Esteban Báthory de Somlyó y su tío materno fue Esteban I Báthory, príncipe de Transilvania y rey polaco entre 1575 y 1586.Entre el resto de los familiares se encuentran un cardenal y varios príncipes. Su infancia transcurrió en el castillo de Csejte y antes de cumplir los seis años sufría ataques de lo que se puede considerar hoy en día epilepsia.

A los once años fue prometida con su primo Ferenc Nádasdy, conde, de dieciséis años. A los doce años pasó a residir en el castillo de su prometido y nunca tuvo buena relación con su suegra, Úrsula. A diferencia de lo que era propio en la época, recibió una buena educación y su cultura sobrepasaba a la de la mayoría de los hombres de entonces. Era excepcional, "hablaba perfectamente el húngaro, el latín y el alemán, mientras que la mayoría de los nobles húngaros no sabían ni deletrear ni escribir [...] hasta el Príncipe de Transilvania era prácticamente analfabeto".

A los quince años, el 8 de mayo de 1575, se casó con Ferenc Nádasdy que para entonces contaba con 20 años de edad. La ceremonia tuvo lugar con un gran lujo en el Castillo de Varannó y acudieron más de 4500 invitados, incluso se invitó al emperador Maximiliano II, que no pudo acudir. Fue Ferenc quien adoptó el apellido de soltera de su esposa, mucho más ilustre que el suyo. Se fueron a vivir al Castillo de Čachtice en compañía de su suegra Úrsula y de otros miembros de la casa. El joven conde no pasaba mucho tiempo por allí: la mayor parte del tiempo estaba combatiendo en alguna de las muchas guerras de la zona (empalando a sus enemigos), lo que le mereció el apodo de "Caballero Negro de Hungría". Existe un registro epistolar en el que Ferenc y Erzsébet intercambiaban información sobre las maneras más apropiadas de castigar a sus sirvientes, esto era normal entre los nobles de la Europa del Este de la época. Las posesiones de esta pareja de nobles húngaros eran enormes, y se requería además un férreo control sobre la población local, de origen húngaro, rumano y eslovaco.

Ferenc y Erzsébet apenas se veían debido a las actividades guerreras del primero, así que no fue hasta 1585, diez años después de su matrimonio, que la condesa tuvo a su primera hija, Ana, y en los nueve años siguientes dio también a luz a Úrsula y Catalina. Finalmente, en 1598, alumbró a su único hijo varón, Pablo.

En 4 de enero de 1604, el Caballero Negro de Hungría, como se conocía a Ferenc por su fiereza a la hora de combatir, murió de súbita enfermedad tras una de sus batallas y dejó viuda a Erzsébet, que contaba con 44 años. Es aquí cuando comienzan, según sus acusadores, sus crímenes. Para empezar, despidió a su muy odiada suegra del castillo, junto con el resto de la parentela Nádasdy; las sirvientas a las que ésta había protegido hasta ese momento fueron llevadas a los sótanos y allí recibieron por fin los castigos que, en opinión de Erzsébet, se merecían.

Esto dejó a Erzsébet en una situación peculiar. Señora feudal de un importante condado de Transilvania, metida en todas las intrigas políticas de aquellos tiempos convulsos, pero sin ejército con que proteger su poderío. Por la misma época, su primo Gábor I Báthory se convirtió en Príncipe de Transilvania, con el apoyo económico de la riquísima Erzsébet. Gábor (Gabriel) se metió pronto en una guerra contra los alemanes por complejas razones políticas. Esto la ponía en peligro de ser acusada de traición por el Rey Matías II de Hungría. Viuda como era, se vio más vulnerable y aislada que nunca.

Es por esta época que empiezan a escucharse rumores de que algo muy siniestro ocurre en el Castillo de Čachtice. A través de un pastor protestante local, llegan historias de que la condesa practica la brujería (explícitamente, la magia roja) y para ello utiliza la sangre de muchachas jóvenes —una típica acusación muy popular en la época, similar a las que se realizaban en contra de los judíos y disidentes—. Matías ordena a un primo de Erzsébet, el conde palatino Jorge Thurzó —enemistado con ella—, que tome el lugar con sus soldados y que realice una investigación en el castillo. Dado que la señora de Báthory carecía de fuerza militar propia, no hubo resistencia.
Imagen de rose, flowers, and redSegún la investigación del conde Thurzó, hallaron en el castillo numerosas muchachas torturadas en distintos estados de desangrado, y un montón de cadáveres por los alrededores. En 1612 se inició un juicio en Bitcse.Erzsébet se negó a declararse inocente o culpable, y no compareció, acogiéndose a sus derechos nobiliarios. Quienes sí lo hicieron, por la fuerza, fueron sus colaboradores. Juan Ujváry, el mayordomo (conocido como Ficzkó), testificó que en su presencia se habían asesinado como mínimo a 37 "mujeres solteras" de entre once y veintiséis años; a seis de ellas las había reclutado él personalmente para trabajar en el castillo. La acusación se concentró en los asesinatos de jóvenes nobles, pues los de las siervas carecían de importancia. En la sentencia todos fueron declarados culpables, algunos de brujería, otros de asesinato y los demás de cooperación.

Todos los seguidores de Erzsébet, excepto las brujas, fueron decapitados y sus cadáveres quemados; éste fue el destino de su colaborador Ficzkó. A las brujas Dorotea, Helena y Piroska les arrancaron los dedos con tenazas al rojo vivo "por haberlos empapado en sangre de cristianos" y las quemaron vivas. Erzsi Majorova, una burguesa de la zona acusada de cooperación, también fue ejecutada. Katryna, que con catorce años era la más joven de las ayudantes de Erzsébet, salvó la vida por petición expresa de una superviviente, aunque recibió cien latigazos en el cuerpo.

Pero la ley impedía que Erzsébet, una noble, fuese procesada. Fue encerrada en su castillo. Tras introducirla en sus aposentos, los albañiles sellaron puertas y ventanas, dejando tan sólo un pequeño orificio para pasar la comida. Finalmente, el rey Matías II de Hungría pidió su cabeza por las jóvenes aristócratas que supuestamente habían muerto a sus manos, pero su primo el Gran Príncipe de Transilvania, le convenció para que retrasara el cumplimiento de la sentencia de por vida. Así es que la condenaron a cadena perpetua en confinamiento solitario. Esta pena implicaba también la confiscación de todas sus propiedades, lo que Matías venía ambicionando desde tiempo atrás.
El 31 de julio de 1614, Erzsébet, de 54 años, dictó testamento y últimas voluntades a dos sacerdotes de la catedral del arzobispado de Esztergom. Ordenó que lo que quedaba de las posesiones familiares fuese dividido entre sus hijos.

El 21 de agosto de 1614, uno de los carceleros la vio caída en el suelo, boca abajo. La Condesa Erzsébet Báthory estaba muerta después de haber pasado cuatro largos años emparedada, sin ni siquiera ver la luz del sol. Pretendieron enterrarla en la iglesia de Čachtice, pero los habitantes locales decidieron que era una aberración que la "Señora Infame" fuera enterrada en el pueblo, y además en tierra sagrada. Finalmente, y como era "uno de los últimos descendientes de la línea Ecsed de la familia Báthory" la llevaron a enterrar al pueblo de Ecsed, en el noreste de Hungría, el lugar de procedencia de la poderosa familia. Todos sus documentos fueron sellados durante más de un siglo, y se prohibió hablar de ella en todo el país.

Dos años después, las hijas y el hijo de Erzsébet fueron finalmente acusados de traición por el apoyo de su madre a la guerra contra los alemanes; Anna Báthory, una prima de la condesa, llegó a sufrir tortura por este motivo en 1618, cuando contaba 24 años, pero sobrevivió. Finalmente la mayor parte de la familia Báthory-Nádasdy huyó a Polonia; algunos retornaron después de 1640. Un nieto sería ejecutado en 1671 por oponerse al emperador alemán.

Los Archivos Nacionales de Hungría conservan abundante documentación sobre ella, particularmente cartas personales y actas del juicio. Sin embargo, sus míticos diarios, al igual que su retrato original, se hallan en paradero desconocido.

Extraído de wikipedia.



Las investigaciones del detective Victor Ros

EL MISTERIO DE LA CASA ARANDA: VICTOR ROS, UN DETECTIVE EN EL MADRID DE FINALES DEL SIGLO XIX
En el convulso Madrid de finales del siglo xix, Víctor Ros, un joven de gran inteligencia y antiguo delincuente de poca monta convertido en subinspector de policía, debe enfrentarse a su primer caso. En la casa de los Aranda se ha producido una extraña serie de asesinatos: varias mujeres, en diferentes épocas, intentaron matar a sus maridos después de la lectura de La Divina Comedia, de Dante. Pero ¿qué contiene este clásico para provocar semejante efecto? ¿Está la Casa Aranda embrujada? Al mismo tiempo, una amiga prostituta, muy asustada, pide ayuda a Víctor ya que dos de sus compañeras han sido cruelmente asesinadas. 



EL CASO DE LA VIUDA NEGRA: LAS INVESTIGACIONES DEL DETECTIVE VICTOR ROS, ENTRE MADRID Y CÓRDOBA, A FINALES DEL SIGLO XIX
Es Nochebuena y Víctor Ros recibe una visita del todo inesperada: un humilde sepulturero, Demóstenes López, viene a solicitar su ayuda. Alguien se ha introducido en el depósito de cadáveres para mutilar el cuerpo del coronel Ansuátegui y robarle su muy apreciado anillo. El caso es de lo más sorprendente ya que la única vía de entrada a la estancia es a través de una puerta custodiada por dos guardias. ¿Cómo pudo entrar alguien sin ser visto? Por otra parte, Víctor Ros debe investigar la muerte del Marqués de Entrada, aparentemente envenenado por su esposa. El problema es que la joven y bella viuda resulta ser una amiga íntima de Clara, con la que Víctor acaba de casarse.Para su segundo caso, Víctor Ros deberá viajar de Madrid a Córdoba para seguir las pistas de un misterio lleno de cabos sueltos. 






EL ENIGMA DE LA CALLE CALABRIA: EL DETECTIVE VÍCTOR ROS EN BARCELONA
Barcelona, 1881. Gerardo Borrás, un acaudalado empresario, toma su coche de caballos para trasladarse a la estación de Sants y viajar a Madrid. Al llegar al final del trayecto, su cochero se encuentra con que su señor ha desaparecido. A petición de su buen amigo Alfredo Blázquez, ya que el desaparecido es el marido de su prima, Víctor Ros acude a Barcelona a investigar el caso adentrándose en una compleja y peligrosa investigación durante la cual recorreremos con él la populosa Barcelona del siglo XIX; desde los ambientes elegantes del Liceo a los poblados chabolistas de los inmigrantes; Gaudí, Monturiol, los últimos románticos y los primeros modernistas estarán presentes a lo largo de esta novela y acompañarán a nuestro protagonista en la resolución de un gran misterio en una sociedad en plena evolución a las puertas del siglo XX.

jueves, 28 de enero de 2016

Llegó la noche y no encontré un asilo

Imagen de red, forest, and tree
       RIMA LXV

 Llegó la noche y no encontré un asilo; 
y tuve sed ... ¡mis lágrimas bebí! 
¡Y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos 
        cerré para morir!

¿Estaba en un desierto? Aunque a mi oído 
de las turbas llegaba el ronco hervir, 
yo era huérfano y pobre... El mundo estaba 
        desierto... ¡para mí!

Gustavo Adolfo Bécquer

Billie

Franck y Billie provienen de orígenes muy diferentes. No sólo no estaban destinados a encontrarse sino que, además, tenían todas las papeletas para que la suya fuera una vida nefasta marcada por la miseria —miseria física, moral e intelectual—. De verdad, todas las papeletas. Hasta que un buen día (el primero de su vida) se conocieron.
Esta novela cuenta una inmensa historia de amor entre dos patitos feos que, a fuerza de obligarse mutuamente a levantar la cabeza, terminan por convertirse en dos grandes y majestuosos cisnes. Billie nos habla de la amistad como la verdadera familia, del valor de saber ser diferente frente a los convencionalismos y de la capacidad transformadora del amor absoluto. 

Diez

Cuando Meg y Minnie reciben una misteriosa invitación 
a una fiesta en Henry Island, no dudan en mentir a sus
 padres para no perdérsela. Es una oportunidad única
 antes de empezar la universidad. Al llegar a la isla,
 conocen a los otros ocho invitados y encuentran un 
DVD con un siniestro mensaje: «La venganza es mía».
 Meg empieza a sospechar que algo no va bien. Una 
terrible tormenta los deja aislados sin electricidad ni
 wifi, y faltan cuarenta y ocho horas para que llegue el 
próximo ferry. El primer cadáver puede interpretarse 
como un suicidio, pero aparece otro.Entonces, Meg 
comprende que el mensaje iba en serio. ¿Podrán Meg 
y Minnie salir con vida? 

Parco

PARCO no es una novela usual.
PARCO es un grito.
PARCO es una historia diferente, al límite, afilada, cortante como una cuchilla, contundente, directa, un pulso en tiempos oscuros.
PARCO podría hablar de cualquiera de nosotros, marginales, reales, situados en el extremo de una vida.
Una historia que arranca en un reformatorio, con un joven asesino, un misterio y un camino por recorrer. Por el camino: el miedo, la angustia, unas circunstancias desesperadas, una búsqueda sin recompensa.
Huir, salir, defenderse, luchar, y al final… 

Nacida inocente



Christine Parker es una niña de catorce años víctima de un hogar desestructurado. Un día Chris decide escaparse de casa. No es la primera vez, ya que su vida en casa de sus padres se le hace insoportable y sueña con ir a vivir con su hermano mayor Tom. Debido a sus reiteradas fugas, esta vez sus padres deciden que lo mejor es internarla en un reformatorio. Entonces comienza un auténtico infierno para Chris.
Entra en el reformatorio como una niña, inocente y sensible. Pero las humillaciones y el sufrimiento que allí sufre la transformará completamente. Le robarán la inocencia y la libertad…

El clavo




Junto con la novela breve El sombrero de tres picos, universalizada años después por la música de Manuel de Falla, el tiempo ha decantado como lo más valioso de la obra de Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891) sus relatos, algunos de ellos verdaderos hitos en la literatura española. Bajo el título El clavo y otros cuentos, se reúnen en estas páginas los mejores y más significativos de ellos, como el que da título al libro, La mujer alta o La Comendadora, entre otros. La semblanza que del autor hace en la introducción Arturo Ramoneda, preparador del volumen, así como la contextualización de los cuentos recogidos dentro de la vida y la obra de Alarcón, completan esta antología tan amena como acertada. 

miércoles, 27 de enero de 2016

La tristeza


La capital está envuelta en las penumbras vespertinas. La nieve cae lentamente en gruesos copos, gira alrededor de los faroles encendidos, extiende su capa fina y blanda sobre los tejados, sobre los lomos de los caballos, sobre los hombros humanos, sobre los sombreros.

Imagen de vintage, amazing, and black and whiteEl cochero Yona está todo blanco, como un aparecido. Sentado en el pescante de su trineo, encorvado el cuerpo cuanto puede estarlo un cuerpo humano, permanece inmóvil. Diríase que ni un alud de nieve que le cayese encima lo sacaría de su quietud.

Su caballo está también blanco e inmóvil. Por su inmovilidad, por las líneas rígidas de su cuerpo, por la tiesura de palo de sus patas, aun mirado de cerca parece un caballo de dulce de los que se les compran a los chiquillos por un copec. Hállase sumido en sus reflexiones: un hombre o un caballo, arrancados del trabajo campestre y lanzados al infierno de una gran ciudad, como Yona y su caballo, están siempre entregados a tristes pensamientos. Es demasiado grande la diferencia entre la apacible vida rústica y la vida agitada, toda ruido y angustia, de las ciudades relumbrantes de luces.

Hace mucho tiempo que Yona y su caballo permanecen inmóviles. Han salido a la calle antes de almorzar; pero Yona no ha ganado nada.

Las sombras se van adensando. La luz de los faroles se va haciendo más intensa, más brillante. El ruido aumenta.

-¡Cochero! -oye de pronto Yona-. ¡Llévame a Viborgskaya!

Yona se estremece. A través de las pestañas cubiertas de nieve ve a un militar con impermeable.

-¿Oyes? ¡A Viborgskaya! ¿Estás dormido?

Yona le da un latigazo al caballo, que se sacude la nieve del lomo. El militar toma asiento en el trineo. El cochero arrea al caballo, estira el cuello como un cisne y agita el látigo. El caballo también estira el cuello, levanta las patas, y, sin apresurarse, se pone en marcha.

-¡Ten cuidado! -grita otro cochero invisible, con cólera-. ¡Nos vas a atropellar, imbécil! ¡A la derecha!

-¡Vaya un cochero! -dice el militar-. ¡A la derecha!

Siguen oyéndose los juramentos del cochero invisible. Un transeúnte que tropieza con el caballo de Yona gruñe amenazador. Yona, confuso, avergonzado, descarga algunos latigazos sobre el lomo del caballo. Parece aturdido, atontado, y mira alrededor como si acabara de despertar de un sueño profundo.

-¡Se diría que todo el mundo ha organizado una conspiración contra ti! -dice en tono irónico el militar-. Todos procuran fastidiarte, meterse entre las patas de tu caballo. ¡Una verdadera conspiración!

Yona vuelve la cabeza y abre la boca. Se ve que quiere decir algo; pero sus labios están como paralizados y no puede pronunciar una palabra.

El cliente advierte sus esfuerzos y pregunta:

-¿Qué hay?

Yona hace un nuevo esfuerzo y contesta con voz ahogada:

-Ya ve usted, señor... He perdido a mi hijo... Murió la semana pasada...

-¿De veras?... ¿Y de qué murió?

Yona, alentado por esta pregunta, se vuelve aún más hacia el cliente y dice:

-No lo sé... De una de tantas enfermedades... Ha estado tres meses en el hospital y a la postre... Dios que lo ha querido.

-¡A la derecha! -óyese de nuevo gritar furiosamente-. ¡Parece que estás ciego, imbécil!

-¡A ver! -dice el militar-. Ve un poco más aprisa. A este paso no llegaremos nunca. ¡Dale algún latigazo al caballo!

Yona estira de nuevo el cuello como un cisne, se levanta un poco, y de un modo torpe, pesado, agita el látigo.

Se vuelve repetidas veces hacia su cliente, deseoso de seguir la conversación; pero el otro ha cerrado los ojos y no parece dispuesto a escucharle.

Por fin, llegan a Viborgskaya. El cochero se detiene ante la casa indicada; el cliente se apea. Yona vuelve a quedarse solo con su caballo. Se estaciona ante una taberna y espera, sentado en el pescante, encorvado, inmóvil. De nuevo la nieve cubre su cuerpo y envuelve en un blanco cendal caballo y trineo.

Una hora, dos... ¡Nadie! ¡Ni un cliente!

Mas he aquí que Yona torna a estremecerse: ve detenerse ante él a tres jóvenes. Dos son altos, delgados; el tercero, bajo y jorobado.

-¡Cochero, llévanos al puesto de policía! ¡Veinte copecs por los tres!

Yona coge las riendas, se endereza. Veinte copecs es demasiado poco; pero, no obstante, acepta; lo que a él le importa es tener clientes.

Los tres jóvenes, tropezando y jurando, se acercan al trineo. Como solo hay dos asientos, discuten largamente cuál de los tres ha de ir de pie. Por fin se decide que vaya de pie el jorobado.

-¡Bueno; en marcha! -le grita el jorobado a Yona, colocándose a su espalda-. ¡Qué gorro llevas, muchacho! Me apuesto cualquier cosa a que en toda la capital no se puede encontrar un gorro más feo...

-¡El señor está de buen humor! -dice Yona con risa forzada-. Mi gorro...

-¡Bueno, bueno! Arrea un poco a tu caballo. A este paso no llegaremos nunca. Si no andas más aprisa te administraré unos cuantos sopapos.

-Me duele la cabeza -dice uno de los jóvenes-. Ayer, yo y Vaska nos bebimos en casa de Dukmasov cuatro botellas de caña.

-¡Eso no es verdad! -responde el otro-. Eres un embustero, amigo, y sabes que nadie te cree.

-¡Palabra de honor!

-¡Oh, tu honor! No daría yo por él ni un céntimo.

Yona, deseoso de entablar conversación, vuelve la cabeza, y, enseñando los dientes, ríe atipladamente.

-¡Ji, ji, ji!... ¡Qué buen humor!

-¡Vamos, vejestorio! -grita enojado el chepudo-. ¿Quieres ir más aprisa o no? Dale de firme a tu caballo perezoso. ¡Qué diablo!

Yona agita su látigo, agita las manos, agita todo el cuerpo. A pesar de todo, está contento; no está solo. Le riñen, lo insultan; pero, al menos, oye voces humanas. Los jóvenes gritan, juran, hablan de mujeres. En un momento que se le antoja oportuno, Yona se vuelve de nuevo hacia los clientes y dice:

-Y yo, señores, acabo de perder a mi hijo. Murió la semana pasada...

-¡Todos nos hemos de morir! -contesta el chepudo-. ¿Pero quieres ir más aprisa? ¡Esto es insoportable! Prefiero ir a pie.

-Si quieres que vaya más aprisa dale un sopapo -le aconseja uno de sus camaradas.

-¿Oye, viejo, estás enfermo? -grita el chepudo-. Te la vas a ganar si esto continúa.

Y, hablando así, le da un puñetazo en la espalda.

-¡Ji, ji, ji! -ríe, sin ganas, Yona-. ¡Dios les conserve el buen humor, señores!

-Cochero, ¿eres casado? -pregunta uno de los clientes.

-¿Yo? !Ji, ji, ji! ¡Qué señores más alegres! No, no tengo a nadie... Solo me espera la sepultura... Mi hijo ha muerto; pero a mí la muerte no me quiere. Se ha equivocado, y en lugar de cargar conmigo ha cargado con mi hijo.

Y vuelve de nuevo la cabeza para contar cómo ha muerto su hijo; pero en este momento el jorobado, lanzando un suspiro de satisfacción, exclama:

-¡Por fin, hemos llegado!

Yona recibe los veinte copecs convenidos y los clientes se apean. Los sigue con los ojos hasta que desaparecen en un portal.

Torna a quedarse solo con su caballo. La tristeza invade de nuevo, más dura, más cruel, su fatigado corazón. Observa a la multitud que pasa por la calle, como buscando entre los miles de transeúntes alguien que quiera escucharle. Pero la gente parece tener prisa y pasa sin fijarse en él.

Su tristeza a cada momento es más intensa. Enorme, infinita, si pudiera salir de su pecho inundaría al mundo entero.

Yona ve a un portero que se asoma a la puerta con un paquete y trata de entablar con él conversación.

-¿Qué hora es? -le pregunta, melifluo.

-Van a dar las diez -contesta el otro-. Aléjese un poco: no debe usted permanecer delante de la puerta.

Yona avanza un poco, se encorva de nuevo y se sume en sus tristes pensamientos. Se ha convencido de que es inútil dirigirse a la gente.

Pasa otra hora. Se siente muy mal y decide retirarse. Se yergue, agita el látigo.

-No puedo más -murmura-. Hay que irse a acostar.

El caballo, como si hubiera entendido las palabras de su viejo amo, emprende un presuroso trote.

Una hora después Yona está en su casa, es decir, en una vasta y sucia habitación, donde, acostados en el suelo o en bancos, duermen docenas de cocheros. La atmósfera es pesada, irrespirable. Suenan ronquidos.

Yona se arrepiente de haber vuelto tan pronto. Además, no ha ganado casi nada. Quizá por eso -piensa- se siente tan desgraciado.

En un rincón, un joven cochero se incorpora. Se rasca el seno y la cabeza y busca algo con la mirada.

-¿Quieres beber? -le pregunta Yona.

-Sí.

-Aquí tienes agua... He perdido a mi hijo... ¿Lo sabías?... La semana pasada, en el hospital... ¡Qué desgracia!

Pero sus palabras no han producido efecto alguno. El cochero no le ha hecho caso, se ha vuelto a acostar, se ha tapado la cabeza con la colcha y momentos después se le oye roncar.

Yona exhala un suspiro. Experimenta una necesidad imperiosa, irresistible, de hablar de su desgracia. Casi ha transcurrido una semana desde la muerte de su hijo; pero no ha tenido aún ocasión de hablar de ella con una persona de corazón. Quisiera hablar de ella largamente, contarla con todos sus detalles. Necesita referir cómo enfermó su hijo, lo que ha sufrido, las palabras que ha pronunciado al morir. Quisiera también referir cómo ha sido el entierro... Su difunto hijo ha dejado en la aldea una niña de la que también quisiera hablar. ¡Tiene tantas cosas que contar! ¡Qué no daría él por encontrar alguien que se prestase a escucharlo, sacudiendo compasivamente la cabeza, suspirando, compadeciéndolo! Lo mejor sería contárselo todo a cualquier mujer de su aldea; a las mujeres, aunque sean tontas, les gusta eso, y basta decirles dos palabras para que viertan torrentes de lágrimas.

Yona decide ir a ver a su caballo.

Se viste y sale a la cuadra.

El caballo, inmóvil, come heno.

-¿Comes? -le dice Yona, dándole palmaditas en el lomo-. ¿Qué se le va a hacer, muchacho? Como no hemos ganado para comprar avena hay que contentarse con heno... Soy ya demasiado viejo para ganar mucho... A decir verdad, yo no debía ya trabajar; mi hijo me hubiera reemplazado. Era un verdadero, un soberbio cochero; conocía su oficio como pocos. Desgraciadamente, ha muerto...

Tras una corta pausa, Yona continúa:

-Sí, amigo... ha muerto... ¿Comprendes? Es como si tú tuvieras un hijo y se muriera... Naturalmente, sufrirías, ¿verdad?...

El caballo sigue comiendo heno, escucha a su viejo amo y exhala un aliento húmedo y cálido.

Yona, escuchado al cabo por un ser viviente, desahoga su corazón contándoselo todo.

FIN

Anton Chejov